El informalismo
“Los amigos sin rostro”
Manolo Millares
(Las Palmas de Gran Canaria, 1926- Madrid, 1972)
La refinería. Óleo sobre tela. Firmado y fechado en 1951.
Titulado en el bastidor.
53 x 65 cm.
Dalí y la perspicaz mirada de Miró fueron sustrato y fundamento del arte de la posguerra española. Una España que dudosa buscó sosiego en una nueva realidad nacional al igual que buscaron una identidad propia aquellos artistas adscritos al Informalismo, uno de los últimos ismos del s.XX.
Manolo Millares junto con Tàpies y Saura, tres de los artistas plásticos más brillantes y renombrados del informalismo, volvieron a situar a España en el punto de mira de la modernidad. El régimen franquista, por otra parte, supo aprovecharse de ello, se afanó en divulgar por todo el mundo occidental lo civilizados, avanzados y hasta demócratas que éramos utilizando como icono la obra de Tàpies, Saura y Millares…, y siempre a expensas, claro está, de la verdad. El reconocimiento con el que el régimen colmó al informalismo siempre fue extramuros, fuera de España pues aquellos que la tutelaban creían que el arte abstracto era una ofensa al buen gusto y al buen juicio.
Nuestra próxima subasta incluye un óleo de Millares y otro de Planasdurà. Ambas piezas significativas, fechadas en la temprana década de los 50 y con una historia que contar.
En La Refinería de Millares, titulado al dorso, la firma se acompaña de un risueño 1951. Año importante en la trayectoria del autor, puesto que tras el natural proceso de experimentación con la figuración académica, el post impresionismo, el surrealismo etc., y tras la lectura aconsejada por Westerdhal de “Universalismo Constructivo” de Torres García, Millares se decantó por la abstracción.
En la Refinería se constata vivamente la influencia constructivista de Torres García así como la admiración de Millares por Miró. El lienzo es una manifestación pura de planimetría estructural y pictográfica. Y el fondo, de pinceladas atmosféricas cálidas e intimistas, se opone a la dureza tectónica de la obra.
Es pues una obra merecedora de atención por ser uno de los primeros ejemplares abstractos de Manolo Millares, además de primer peldaño en la consecución de la pintura matérica. Es decir en La Refinería coexisten las conclusiones estéticas del pasado del autor y las venideras.
Sin duda alguna, el desarrollo de la abstracción para Millares fue un camino meditado que le acarreó más de un inconveniente, causó enemistad con sus hermanos, con quienes publicó la revista “Planas de poesía” y le sentenció a la completa soledad de su isla. Millares, no obstante, suplió la soledad manteniendo correspondencia con aquellos a los que llamaba amigos sin rostro.
El artista gustaba denominar como amigos sin rostro a aquellas almas gemelas de la península, los camaradas de la modernidad que como él resistían los embates de los detractores de la abstracción. De esa manera, desde las Palmas de Gran Canaria, mantenía contacto con la cocina de las nuevas ideas que surgían por doquier tales como los action painters.
Aquellos amigos eran J.A. Gaya, Enrique Azcoaga, Ángel Ferrant, R. Santos Torroella, Tomás Seral, Jorge Campos, Enric Planasdurà, Angel Marsà, Santi Surós, Modest Cuixart, Sebastià Gasch, J. R. Masoliver y Eduard Cirlot. Algunos artistas, otros intelectuales, pero todos ellos con muchas cosas que aportar.
El catálogo de Lamas Bolaño cuenta también con una representación de la obra de Planasdurà. Un lienzo de concepción geométrica fechado en 1955. Ambos cuadros, el de Millares y Planasdurà, en páginas contrapuestas estableciendo un diálogo interesante, que nos ilustra sobre las vanguardias de la posguerra y nuestra Historia del arte.
Y continuando con Manolo Millares:
El suceso que pudo marcar definitivamente su trayectoria artística fue su asistencia al Primer Congreso de Arte Abstracto que se celebró en Santander el año 1953.
En aquel Congreso, puerta de la reivindicación del arte abstracto y antesala de los años de oro del informalismo español, Millares pudo poner cara a muchos de los “amigos sin rostro” a la par que tuvo la oportunidad de conocer y hacer amistad con dos de los grandes: Tàpies y Saura.
De Tàpies trajo obra para exponer en las Palmas. Con Saura formó pareja creativa mediante la fundación del boletín El Paso, cuyo manifiesto escribieron ambos.
De Tàpies incluimos en nuestra subasta una obra gráfica de limitadísima tirada, 500 ejemplares numerados. El Tapís de la creació, proyecto de Edicions 62 con el que la editorial rinde homenaje a una de las piezas clave del Románico catalán del s.XII de nombre homólogo.
Es una edición de lujo de gran formato, impresa en 2 papeles distintos con extraordinarias fotografías de la obra románica, encuadernación de lujo con estuche, presentación e introducción de la mano de Jorge Wagensberg y reseña de Joaquín Yarza.
El libro incluye una obra gráfica en tela de Antoni Tàpies, firmada y numerada 386/500.
Retomando a Millares, éste se trasladó a Madrid poco después del Congreso del 53 y en 1955 empezó a experimentar con la pintura matérica. Así se observa en la obra del autor que paulatinamente la arpillera, desgarrada o plegada, adquiere protagonismo hasta convertir el lienzo en un objeto, en un muro. Concepto, el de muro, que Tàpies utilizó a su vez, pues le agradaba la coincidencia semántica entre Tàpies y muros.
En síntesis, en 1955, Millares estaba plenamente integrado en el informalismo español y su admiración por Tàpies iba en aumento tal y como se constata en manifestaciones como la que sigue:
“Hace un año, se fabricó un albañil de tinta china con espátula verde y comenzó a construir muros de ladrillos ocultos y a poner cuchilladas en la panza herida del cemento. El grito mudo del tiempo tropieza así con su propia sangre: la sangre del pintor Tàpies fusilado en la superficie”
Y termina:
“Juan Eduardo Cirlot – amigo ya con rostro- tú que sabes de estas cosas no, dejes que Tàpies abandone su argamasa y su aladro; que no deje de arar los costados perdidos del cemento”
En conclusión el juego de espejos entre estos artistas y críticos es evidente. El cobijo que se auspiciaron en un medio tan hostil, como el de una dictadura de derechas, que guiña un ojo por un lado y te maniata por el otro, constituye una de las páginas de la historia para el recuerdo.
La perdida de Antonio Tàpies es sin duda la perdida de uno de los grandes de esa generación. Los cimientos del puente que construyó con obstinación entre la España del ayer y la de hoy, resisten firmes y bien asentados sobre su legado.
Millares nos dejó el año 1972 y Saura en el 1998. Tàpies desgraciadamente cierra en 2012 ese triángulo maravilloso de creadores e intelectuales, pero nos brinda una oportunidad de oro para rendir cuentas, hacer un repaso y reflexión sobre las vidas de estos artistas, y homenajear a una de las últimas generaciones de creadores en mayúsculas que ha gestado nuestro país. Pero sobre todo, nos brinda la oportunidad de hacer justicia a aquellos que no tuvieron la fortuna, ni la repercusión mediática, ni el respaldo institucional que tuvo Antoni Tàpies.
Gracias a las obras de Manolo Millares, Antoni Tàpies y Enric Planasdurà que figurarán en nuestro próximo catálogo hemos hecho un recorrido por la historia del arte más reciente de nuestro país.
Les proponemos este tema y las tres obras que lo ilustran como punto de partida para el desarrollo de un artículo.
Con ese objetivo completamos la información facilitada, con las fichas técnicas de cada una de las obras y un histórico de ventas de los tres autores.
Planasdurà (Barcelona, 1921-1984)
Abstracción geométrica.
Óleo sobre tela.
Firmado y fechado en 1955.
55 x 73 cm.